junio 22, 2010

EMPUJA LA VAQUITA


Un maestro samurai paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vió a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita al lugar. Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de realizar visitas, conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias.
Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, los habitantes: una pareja y tres hijos, la casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado. Entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó:
"En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?"

El señor calmadamente respondió: "amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo. "El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue.
En el medio del camino, volteó hacia su fiel discípulo y le ordenó:
"Busque la vaquita, llévela al precipicio de allí enfrente y empújela al barranco."

El jóven espantado vió al maestro y le cuestionó sobre el hecho de que la vaquita era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la órden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vió morir. Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel jóven durante algunos años.

Un bello día el joven agobiado por la culpa resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos.
Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con carro en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín.

El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático. El jóven preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años, el señor respondió que seguían viviendo allí.

Espantado el jóven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacía algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaquita):
"¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?"

El señor entusiasmado le respondió:
"Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbran ahora.

La moraleja samurai nos dice:
"Todos nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona alguna cosa básica para nuestra sobrevivencia, la cual convive con la rutina y NOS HACE DEPENDIENTES de ella, Y NUESTRO MUNDO SE REDUCE A LO QUE LA VAQUITA NOS BRINDA. 
Tu sabes cual es tu vaquita y no dudes un segundo en empujarla por el precipicio 

EL ANCIANO Y EL NIÑO


Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo.
Llegaron a una aldea caminando junto al asno y, al pasar por ella, un grupo de mozalbetes se rió de ellos, gritando:
--¡Mirad que par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro.
Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al pasar por el mismo, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado. Dijeron:
--¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y pobre niño caminando.
Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos.
Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando las gentes los vieron, exclamaron escandalizados:
--¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Habéis visto algo semejante?
El muchacho montado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado.
—¡Qué vergüenza!
Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel jumento llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre sus lomos. Cruzaron junto a un grupo de campesinos y éstos comenzaron a vociferar:
--¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre animal!
El anciano y el niño optaron por cargar al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:
--Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas.
!Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!
De repente, el burro se revolvió, se precipitó en un barranco y murió. 


*El Maestro dice: Si escucháis las opiniones de los demás, acabaréis muertos como este burro. Escucha la crítica constructiva y no la crítica injusta y si tienes dudas Escucha únicamente la voz de tu corazón.